En esta ocasión Juan Ramón le enseña a Platero la foto de Lord, que era el perrito de cuando él era pequeño. Era blanco con manchitas negras, sus ojos brillantes reflejaban su nobleza y lo bueno que era. Tenía algo de loco, a veces sin saber por qué, daba vueltas entre las flores, se subía a los tejados, espantando a los vencejos.
La Macaria lo lavaba todas las mañanas y se quedaba brillante como la terraza blanca.
Cuando murió el padre de J. Ramón, Lord se quedo toda la noche a su lado, y en otra ocasión cuando la madre se puso enferma, permaneció junto a ella todo el tiempo.
Un día Lord fue mordido por un perro rabioso y hubo que llevarlo fuera del pueblo y atarlo a un naranjo.
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